Las seis composiciones de este álbum se caracterizan por la continuidad rítmica, la carencia de una pulsación evidente y una dinámica bastante estable. Las alturas cubren una amplia gama que va desde sonidos simples y armónicos hasta el ruido, entendiendo este espectro de frecuencias como un continuo que alberga diversas organizaciones específicas que pueden, por momentos, sugerir referencias culturales.
El objetivo general fue obtener un tipo de estética musical que permitiera distintos niveles de atención. Si se escuchan con minuciosidad, cada una de las piezas deberían ofrecer aspectos interesantes y, al mismo tiempo, ante una escucha menos atenta, deberían proporcionar una ambientación sonora que invite a la reflexión, al placer y, por qué no, al relax.
Las composiciones parten de una única toma de grabación surgida a modo de improvisación. En algunos casos se recurrió al montaje en un segundo momento.
Utilizando la guitarra u otro generador de sonido, fueron realizadas transformaciones en tiempo real utilizando un patch que programé en Max 8. El patch permite gestionar en un mismo momento la espacialización del sonido en sistema cuadrafónico, las dinámicas, diversas transposiciones y modulaciones, síntesis granular, loops, cambios de velocidad de lectura, filtros, reverberaciones y retardos, así como otras técnicas de elaboración y transformación del sonido, creando un flujo de tipo polifónico.
Rodeado por el sonido distribuido en el ambiente, me entrego al diálogo con total concentración y enorme placer, entro en un estado intenso que indica la posibilidad de que ese momento pudiera seguir indefinidamente. Ya estoy dentro del flujo, lo que implica perder la noción del tiempo, paradójicamente en una actividad, la de componer música, que pretende del especialista, el compositor, que se ocupe de organizar, justamente, dicha dimensión.
Todo es interacción, tengo sólo un control parcial de las respuestas sonoras que genera el patch. A un estímulo sonoro mío, el ordenador re-elabora y lanza nuevas propuestas y de ese modo se crean cadenas de reacciones. Se trata de un viaje dentro del sonido, con la intención de dar forma a algo que se nos escapa, que nos da nuevos indicios y nos lleva por territorios que en sí mismos no hubiéramos imaginado.
Para esta forma sonora, el inicio y el final se vuelven irrelevantes. Se puede entrar y salir de cada pieza sin grandes problemas porque su naturaleza no es narrativa, al menos no en el sentido de la narración tradicional, donde nos encontramos con un inicio, un desarrollo, un clímax y un desenlace. El flujo es de otra naturaleza, apunta a continuar, a seguir para siempre.
Composiciones, electrónica y guitarra, Sergio Fabian Lavia
Dilene Ferraz voz en Flujo III y flauta en Flujo V
Tapa, Matteo Testa
Masterización, Matteo Pennese y Sergio Fabian Lavia
Revisión del texto, Fabián Beltramino